Este problema causaba largas noches de desvelo al Capitán General, quién no necesitó más de una frase inquietante de terratenientes aledaños a Canímar, para dar su permiso de comenzar la obra. El costo de la edificación corrió por Don Francisco Martín de Medina y Don Carlos del Rey, prominentes y acaudalados señores, y tuvo como primer comandante a Don Juan de Castillo y Cabeza de Vaca Valdés, que también lo fue del Castillo de San Severino.
Fuerte el Morrillo en 1905
En 1720 la fortaleza ya estaba en pie, compuesta por un torreón y un baluarte, formando una casa fuerte de aspillería. Años después, en 1779, se hizo necesario una reconstrucción, que estuvo a cargo del ingeniero voluntario, Teniente de infantería del Príncipe, Don Dionisio Baldenoche. Pero esta no bastó; en 1807 se restaura, derrumbando el terrón y construyéndolo con una batería o barbeta en forma de herradura, que a su vez, fue reparada en 1830, siendo evaluada junto a la construcción del puente de Buey –Vaca en 2378 pesos.
Exterior del Morrillo en 1920
El Morrillo sufrió varios cambios desde su inauguración, como también enfrentaría ataques y bombardeos, un ejemplo de ello fue el que le proporcionó el 27 de abril de 1898 una flota norteamericana al mando del Capitán William Sampson, durante el período de intervención estadounidense en la guerra independentista.
Con el paso de los años El Morrillo fue abandonado poco a poco hasta quedar completamente olvidado, siendo recordado sólo por los perseguidos por las tiranías neocoloniales, los que usaban sus costas para huir de un posible encarcelamiento, tortura o muerte. De aquí que se produjera un hecho que levantaría el nombre del Morrillo y lo perpetuaría en la historia de la provincia y del país.
Fuerte El Morrillo en la actualidad
El 8 de mayo de 1935, muy cerca del lugar, dos revolucionarios, el cubano Antonio Guiteras, principal líder del gobierno de los Cien Días, y el venezolano Carlos Aponte, trataban de salir de la Isla de manera furtiva. De pronto, irrumpieron en el lugar hombres armados, fieles sirvientes de la dictadura de Fulgencio Batista, quienes con muy poco esfuerzo dieron fin a dos valiosas vidas y no menos costosas ideas. Actualmente, “El Morrillo” es un museo donde descansan los restos de estos hombres y algunas de sus pertenencias, como también reposa ahí, entre sus paredes centenarias, una historia que no sólo se puede contar, sino que, muy bien concentrado, se puede sentir en la vibración de cada rincón y escuchar en el murmullo de la brisa marina al golpear los muros.